McKinley – 2008 – memorias

Día 11: Para aclimatar. El tiempo continúa malo y nos vemos obligados a estar parados y tener que construirnos unos muros de hielo para el viento. Éste día se nos hizo largo. El tiempo nos obliga a estar todo el día en la tienda, entre  viento y nieve, intentando comer y beber y distrayendo la mente en lo que podemos.

Cuestones delante de las cuerdas fijas
Cuestones delante de las cuerdas fijas

Día 12: ésta noche el viento ha soplado aún mas fuerte y por radio nos enteramos que la velocidad alcanzada ha sido de 75 millas por hora. Ha sido tan fuerte que ha tirado parte de los muros que levantamos el día anterior. Continúa malo así que nos vemos obligados a seguir dentro de la tienda, rezando para que el día siguiente sea bueno, ya que la comida y el gas que hemos subido se nos acaban. Vuelven las restricciones. Si continua malo el tiempo, nos planteamos incluso bajar para no deteriorarnos tanto a ésta altura y a sabiendas que en el campo cuatro no esté tan inestable el tiempo.

Día Martes 13: El viento ha soplado duro toda la noche pero a eso de las nueve escuchamos gente en movimiento fuera. Son los chilenos que deciden tirar para cumbre. Pos nosotros también. Así que organizamos, y a las nueve y media estamos en marcha, con poco peso en la mochila, un lujo después de estos días de duro porteo de peso. En unas tres horas alcanzamos el Denali pass, aprovechando las estacas que han instalado los chilenos. Tras cuatro horas de penoso paso y tener que asegurarnos en algunos tramos, no encontramos ante el  “campo de fútbol” y la maravillosa vista de la cumbre del Denali. Aunque parece que está aquí al lado, alcanzar la cima nos lleva aproximadamente otras tres horas más, pero al fin, sobre las ocho de la tarde, estos dos malagueños se encuentran en el punto más alto de Norteamérica, la cumbre del Mckinley, de 6.194 mts., siempre soñada por nosotros. Abrazos, risas, lágrimas y muchísima emoción. Fotos de rigor y a bajar, que el camino no acaba aquí. Nos lleva unas 3 horas volver al Denali pass y otras dos en cruzarlo y llegar a las tiendas en el campo V. Llegamos extenuado cerca de las doce de la noche y la temperatura en el interior de la tienda marca -30. Valla recibimiento. Ésta noche dormimos a pierna suelta a pesar de no haber comido ni bebido en muchas horas y haber hecho un esfuerzo del copón, pero un sueño cumplido es un sueño cumplido.

Cuestones delante de las cuerdas fijas

Día 14: Aunque se levanta con mucho viento, decidimos desmontar y bajar al cuatro. Recogemos como podemos e iniciamos el descenso junto a los chilenos, en medio del vendaval. Por suerte, una vez abandonamos en campo V y entramos en la arista, el viento se calmó un poco y nos permitió descender asegurados, pero con mas tranquilidad. Sobre las seis más o menos llegamos al campo cuatro donde nos esperaban los madrileños que conocimos en el c4 antes de subir, Emilio, José, Nadia y Raquel con un té calentito en la mano, y ahí fue realmente, cuando nos dimos cuenta que habíamos hecho cumbre, pues la parte difícil de la montaña la habíamos realizado. Desenterramos nuestro depósito, nos ayudaron a montar la tienda, cenamos con ellos y a dormir.

Día 15: Retornamos a la avioneta. O por lo menos eso pensábamos que íbamos a realizar este día sin pensar que en la montaña no hay nada dicho, ya que durante el descenso entre el c3 y el c2 nos atrapo una ventisca de las que hacen época y tuvimos que montar la tienda, casi perdidos, en medio de la nada.

Estuvimos varias horas esperando que pasase el ventiscón pero estábamos en plena tormenta y no amainó hasta muy entrada la mañana del día siguiente.

Día 16: Nos levantamos y parecía que había pasado un ciclón. Nuestra tienda clavada en la nieve cual meteorito caído del cielo. Por suerte ya estamos a 2800 mts. y las temperaturas ya son más altas que cuando subimos hace quince días. Esperamos que pasara gente abriendo huella y nos dirigimos hacia el campo base. No sabemos porque sería pero al bajar nos pareció que las pulkas pesaban en doble que cuando subíamos. Sobre las 7 llegamos al campo base y nos confirmaron que esa misma tarde volaríamos hacia talkeetna. Casi nos faltó llorar de alegría!! Cervecitas esta noche. Dos horas después nos encontrábamos sentados delante de una hamburguesa de medio kilo con su correspondiente cervecita recordando viejos tiempos de penurias y hambrunas, con una sonrisa de oreja a oreja y la cara achicharrada de tantos días en la montaña

Día 17: Todavía nos quedaba el tramite de ir a la Estación de los Rangers a entregar el querido water y hacer constar que habíamos vuelto, esta vez con la cumbre hecha. Esa misma tarde regresamos a Anchorage y la semana siguiente la disfrutamos por estos parajes de Alaska, pero en fin, eso ya es otra historia.